Eficiencia y excelencia como principios de actuación
Los actuales sistemas de calidad tienen su origen en la revolución industrial, a finales del siglo XIX. Con el desarrollo de los procesos industriales, estos se fueron volviendo cada vez más complejos y fue necesario establecer protocolos y procesos que garantizaran la obtención de un buen producto: una “buena calidad”. De acuerdo con este criterio y de forma progresiva, se comenzó a emplear el término Control de Calidad, lo que significaba desarrollar el conjunto de procedimientos necesarios para verificar que las acciones se realizaban de la forma más adecuada para obtener el mejor producto y, además, que esto ocurría sistemáticamente. A finales del siglo pasado, tras casi un siglo, la calidad incorporó un nuevo concepto: la satisfacción del cliente con el producto.
En definitiva, el término calidad tal como se entiende en la actualidad, significa lograr la excelencia en la gestión para obtener el mejor producto, de forma sistemática y consiguiendo la satisfacción del cliente. Durante las décadas en las que han ido evolucionando los diferentes sistemas de calidad, se ha puesto de manifiesto, y es un hecho bien conocido, que para que un sistema de calidad logre sus objetivos, es imprescindible la implicación al máximo nivel de todos los estamentos de la empresa (institución), desde los máximos responsables de la gestión hasta los que ocupan el último eslabón del proceso global.
La calidad aparece en la universidad, de forma indiscutible, con el desarrollo del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). La aplicación de criterios de calidad en la universidad surge ya con la primera propuesta de creación del EEES, ratificada finalmente en la Declaración de Bolonia: desarrollar un sistema de calidad universitario que sea capaz de certificar los procesos académicos y acreditar, finalmente, los estudios. En resumen, y volviendo al concepto genérico de calidad, su aplicación en la universidad significa alcanzar la excelencia académica para lograr la formación óptima de nuestros estudiantes (“el mejor producto”), hacerlo de forma sistemática y consiguiendo la satisfacción de la sociedad (nuestro “cliente”).
El Real Decreto 1393/2007, que establece definitivamente la organización de las enseñanzas universitarias en el marco del EEES, cita literalmente en su introducción los Sistemas de Garantía de la Calidad como parte integrante de los nuevos planes de estudio, explicitando que dichos sistemas se implantarán tras un proceso de verificación y que, posteriormente, serán sometidos a una certificación; las universidades se entienden como un servicio público, por lo que están obligadas a rendir cuentas a la sociedad.
En 2007 la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA) desarrolló el Programa AUDIT, con la intención de facilitar e incentivar que cada universidad implementara su propio sistema de garantía interna de calidad (SGIC), para que, finalmente, fuera reconocido y certificado. Tras la implantación de estos sistemas de calidad y la realización de un estudio piloto en 2013, ANECA abrió la posibilidad de certificación de los SGIC mediante una convocatoria abierta para todas las universidades que tengan implantado su sistema de acuerdo al modelo AUDIT, pudiendo así ser auditadas y obtener la certificación de cada uno de sus centros. A pesar de la obligatoriedad de contar con un modelo de SIGC y de las indudables ventajas de la certificación del modelo, en el momento actual, de acuerdo al Registro de Universidades/Centros Certificados de ANECA, poco más de una decena de universidades públicas han certificado alguno de sus centros y tan solo cuatro universidades han logrado la certificación de más de dos centros.
El Consejo de Gobierno de la Universidad de Alcalá aprobó su modelo de SIGC el 29 de enero de 2009; en la sesión celebrada el 27 de julio de 2010, este mismo órgano aprobó la Política de Calidad de la UAH. Desde este momento todos los centros de la UAH, en aplicación de la citada Política de Calidad y del modelo de SIGC, han desarrollado los procedimientos necesarios para posibilitar la verificación inicial de las titulaciones y su posterior certificación. Este proceso ha sido largo y complejo, y ha requerido un gran esfuerzo por parte de toda la comunidad universitaria: el diseño de protocolos de actuación para todos los procesos y su correcta documentación, la creación de comisiones de calidad para cada uno de los estudios, definir responsables para cada una de las fases del proceso del aprendizaje, diseñar y desarrollar las formas de consulta a todos los grupos implicados en el proceso (profesores, estudiantes, PAS, empleadores…), establecer los mecanismos de evaluación, corrección y mejora de los procedimientos y documentarlos de forma adecuada, adaptar las estructuras de transmisión de la información y dotar otras complementarias, así como crear las estructuras necesarias para facilitar el soporte técnico (Unidad Técnica de Calidad). De esta forma, aspiramos a reducir la carga de trabajo que los procesos de gestión de la calidad suponen para el profesorado. En definitiva, es preciso adoptar las medidas necesarias para asegurar que todos los procedimientos se realizan siempre de forma adecuada, que los resultados son los esperados y que estos satisfacen a todos los colectivos que participan, así como a la sociedad.
Tras la implantación inicial del SGIC, todas las acciones relacionadas con la calidad han ido incrementándose paulatinamente y tomando una mayor relevancia, hasta el momento actual, en el que nos encontramos en pleno proceso de certificación de las titulaciones de Grado y Máster. El volumen de trabajo que requieren en la actualidad todas las acciones relaciones con la calidad, y su incuestionable trascendencia (certificación de titulaciones), han provocado un incremento exponencial de los recursos necesarios, haciendo insuficientes los previstos inicialmente. Hasta el momento actual, solamente se están llevando a cabo los procesos de certificación de Grados y Másteres, pero en breve se iniciarán los correspondientes a los Programas de Doctorado, lo que inevitablemente incrementará la demanda de servicios a la Unidad Técnica de Calidad (UTC).
Por otra parte, en un entorno sumamente competitivo, como en el que nos encontramos en la actualidad, es imprescindible hacer extensivos los procedimientos del SGIC a todos los ámbitos de la actividad académica. Tenemos la obligación de garantizar la máxima calidad de todos nuestros estudios, además de lograr la satisfacción de nuestros estudiantes y de los colectivos sociales en los que estos estudios tengan influencia o repercusión (empleadores, sociedades científicas, instituciones…). Es preciso que todas las actividades docentes cuenten con un sistema de calidad, lo que incluye todos los estudios de la universidad, en todos sus niveles, desde Másteres a cursos de especialización, y el resto de las actividades docentes. De la misma forma y por los mismos motivos, es necesario que las políticas y sistemas de calidad se extiendan a todas las actividades de investigación que se realizan en nuestra universidad. Por último, el funcionamiento del conjunto de la universidad requiere de procesos y procedimientos que garanticen la excelencia de la institución en las propias actividades internas, es decir, necesitan de un sistema de garantía de calidad. En definitiva, la calidad y los sistemas que la garantizan deben integrarse en todas las actividades de la universidad, comenzando por las docentes e investigadoras y continuando con los propios procedimientos internos de la institución.
Para lograr estos objetivos es necesario crear una cultura universitaria de calidad, de forma que todos y cada uno de los miembros que componen la comunidad universitaria se encuentren concienciados e implicados en los procesos de calidad. Es necesario estable-cer una política de calidad global que se traslade a todos los ámbitos de la actividad universitaria, aplicando criterios y procesos de calidad no solo a la docencia y a la investigación, sino a todas las actividades de la universidad como institución. Es preciso también mejorar el SIGC de los Grados y de los Másteres universitarios, promoviendo y obteniendo la certificación de los centros. Para lograr estos objetivos es necesario potenciar las figuras responsables de los procesos de calidad y mejorar su reconocimiento, y contar con una UTC que pueda dar respuesta a las necesidades de nuestra universidad; es imprescindible, por tanto, potenciar la UTC, adaptando su capacidad y la formación de sus técnicos a las exigencias actuales y futuras de la Universidad.
Es necesario crear e impulsar una cultura universitaria de la calidad